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Los jugadores españoles protestan al árbitro al final del partido / Reuters |
Los de Londres 2012 no están siendo los
Juegos Olímpicos más prolíficos en cuanto a medallas para la delegación española transcurridos los
dos primeros días de competición. No tendríamos que alarmarnos excesivamente
hasta este punto en condiciones normales, pero la cosa cambia cuando una de las
opciones más fiables para la medalla (de oro) se esfuma de una
forma tan clara.
La selección española de fútbol se
despidió ayer del torneo olímpico después de obtener su segunda derrota en
otros tantos partidos disputados en el mismo. A Honduras le valió el gol de
Bengtson en el minuto 8 de partido para llevarse el encuentro y apear a España
de la lucha por los metales.
El seleccionador, Luis Milla, no
aprendió la lección del partido ante Japón, en el cual la circulación del balón
fue lenta y los pases en vertical brillaron por su ausencia. A ello
contribuyeron los jugadores españoles, cuya apatía estuvo a la misma altura solo
de su falta de acierto de cara a gol. El entrenador español se dio cuenta de
ello antes que en el encuentro ante los japoneses, y ante Honduras introdujo el
primer cambio en el descanso. Ander Herrera sustituyó a Koke, cuya presencia en
los Juegos está aún injustificada, y el equipo comenzó, poco a poco, a
construir con claridad y crear numerosas ocasiones de gol: hasta tres veces estrelló España el balón en los postes. No obstante, una tras
otra se fueron al limbo: ni Mata, Adrián, Rodrigo o Muniain fueron capaces de
batir al corpulento portero hondureño, Mendoza.
Poco se le puede reprochar a un
equipo que muestra esta actitud y nivel de juego durante 45 minutos. Ese “poco”
es no haberlos desplegado en la primera mitad y en el encuentro ante Japón. Otro
aspecto que agradeció el equipo español fue la vuelta de Muniain, ausente por
lesión ante la selección nipona, y que ayer demostró ser el mejor del combinado
olímpico junto a Juan Mata. No obstante, tan solo su mala conducta dentro del
campo y su simpatía fuera de él están a la altura de su inmenso talento. El
caso del jugador del Athletic no es el único en una generación de jugadores
sensacional, en los que únicamente se echa en falta la sencillez, el honor y el
saber estar que futbolistas como Puyol o Raúl derrochaban a su edad. Lo visto
ayer con el árbitro venezolano Juan Soto raya lo sancionable, por mucho que se
equivocara de manera flagrante en contra del equipo español al no señalar dos penas máximas: una sobre Adrián y otra sobre Rodrigo. Muniain se libró
de una expulsión clara una vez empujó al colegiado llevando ya tarjeta
amarilla. Las protestas de todo el equipo, en general, estuvieron fuera de lo
normal, y no sirvieron nada más que para afear un poco más su actuación en los
Juegos Olímpicos. Por suerte, son jóvenes, y en su camino a la absoluta tendrán
que progresar del mismo modo en la manera de jugar como en la de comportarse. Por su bien, y porque no
todo es ganar, sino también saber hacerlo.
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