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Xavi se lamenta tras el gol de Torres / Marca.com |
Un partido para amar y odiar al fútbol a partes iguales.
'Amor' por el hecho de la intensidad que es capaz de proporcionar; y 'odio' por el
excesivo premio que otorga a los que no luchan por embellecerlo. Mereció pasar
el Barça.
El análisis simple, apresurado y ventajista del presidente
culé, Sandro Rosell, no sirve para explicar la derrota de ayer: “A veces la
pelotita entra y otras veces no quiere entrar”. No. Así no se explica la
eliminación de su equipo. El Barça se ha encontrado en los tres partidos
decisivos de la temporada con dos equipos que se han cerrado muy bien en
defensa y que apenas dejaban espacios. Ante tal coyuntura, el dominio culé
aparece por necesidad. No es mérito del actual Barça que pisa el césped, sino
del prestigio ganado durante todos estos años. Los equipos le regalan la pelota
porque son mejores. Por tanto el apabullante dominio del balón no significa,
necesariamente, un dominio apabullante del juego.
El Barça, fiel a su estilo, se empecinó en entrar por el
centro (aunque menos que en Londres). El equipo inglés dejó todas sus esperanzas a
una hipotética fructífera galopada de
Drogba y se dispuso a defender. Fruto de esta situación llegó el gol de
Busquets (35’), tras una magnífica internada de Cuenca por la izquierda –esta vez sí-. E Iniesta hizo el segundo (43’)
al culminar una jugada con Messi. Pero cuando todo apuntaba a un festín
blaugrana, en el descuento, un contragolpe del Chelsea lo remató Ramires con
una magnífica vaselina, volviendo así a meter a su equipo en la eliminatoria.
Un capítulo aparte merece John Terry. Tras el gol local, el
capitán blue se autoexpulsó al
agredir sin balón a Alexis. Una acción impropia –pero más frecuente de lo que
sería recomendable- de un jugador de su categoría. Un gesto injusto y egoísta
con sus compañeros, que tuvieron que esforzarse mucho más para defender el
resultado.
Sin embargo, el susto de la noche llegó en el minuto 16. Valdés
saltó para interceptar un balón dividido entre Drogba y Piqué. Este último fue
arrollado por el portero y cayó sobre el césped, llegando a perder el
conocimiento. Diez segundos eternos hasta que le vimos abrir los ojos y
responder a los estímulos de las asistencias médicas. El central pudo volver al
terreno de juego, pero tuvo que ser sustituido por precaución y fue trasladado
al hospital para someterse a observación. Durante esos minutos el fútbol pasó a
un segundo plano.
La segunda parte fue un monólogo culé. El Chelsea renunció
por completo al balón -si no lo había hecho ya- y el Barça se dedicó a marear
el balón de un lado a otro, con una falta evidente de claridad. Bien es cierto
que el equipo inglés acumuló una gran cantidad de hombres por detrás del balón,
lo que limitó los espacios; pero ahí es cuando un equipo debe buscar alternativas.
Quizá sacar el balón del borde del área para obligar a salir al otro equipo
habría sido una buena opción. O quizá probar suerte con disparos desde la
frontal. Sin embargo, el equipo local no dio la espalda a su idea de fútbol y
siguió a lo suyo. Hasta que llegó el penalti de Drogba a Cesc…
Era el momento de Messi. Él era el encargado de cambiar el
sino del partido, de volver a sentenciar a este vulgar Chelsea. Golpeó el balón
y lo estrelló en el larguero, ante la imponente presencia de Peter Cech.
Minutos después, el crack argentino volvió a rematar a la madera desde fuera
del área en el único disparo de tal característica que intentó su equipo. No
fue el Messi que a menudo nos deslumbra. Al fin y al cabo, es humano. No se
trata de buscarle tres pies al gato: unas veces se está más acertado que otras.
Ayer no lo estuvo, ni lo estuvo el sábado. Sin más.
El encuentro entró en un bucle de intentos blaugranas que se
estrellaban contra la muralla inglesa. Guardiola dio entrada a Tello y a Keita
para probar alternativas con jugadas por las bandas y disparos desde la
frontal, respectivamente. Pero no era el día. Alexis consiguió marcar, pero el
colegiado turco, Cüneyt Çaki, asistido por su linier, lo anuló por fuera de
juego. Y cuando todo parecía condenado a un nuevo Iniestazo, emergió la figura de Fernando Torres, que resurgió de
sus cenizas. Como lo hacen los grandes, apareció cuando lo esperaba. Entró a
falta de diez minutos para el final sustituyendo a Drogba y no estuvo muy
acertado en las jugadas en las que participó. Pero en el minuto 91, pinchó un
balón rechazado y emprendió la aventura hacia la meta de Valdés, cuyos
defensores aún pisaban terreno enemigo. Como hiciera Raúl en el 2000 ante
Cañizares, el de Fuenlabrada encaró a Valdés y lo dribló con decisión, sentenciando
el partido. Punto final.
Admirable fue la actitud de un equipo que nunca dio la
espalda a su filosofía, que quiso morir con las botas puestas. Como admirable
fue la actitud de una afición que llevó en volandas a su equipo, que coreó el
nombre de Piqué cuando fue sustituido, que apoyó a Messi tras marrar el penalti
y que cantó el himno cuando Torres apeó al Barça de la competición. Tras el
pitido final, el público ovacionó a unos jugadores que dieron todo y que
quisieron devolverles las muestras de cariño. Una emocionante demostración de unión fraternal.
El fútbol premió a quien menos lo merecía. Pero esto también
es fútbol. Sería un error entrar en la corriente populista de descalificar a un
equipo que, siendo conocedor de sus carencias -ya avisó Torres en los días previos-, fue capaz de suplirlas hasta el
punto de no perder ninguno de los dos enfrentamientos ante el FC Barcelona, lo cual es
meritorio.
No obstante, la temporada del equipo catalán es admirable.
Tres títulos en el bolsillo, la posibilidad de disputarle la Liga al Madrid
hasta las últimas jornadas, haber llegado a semifinales de Champions y, quizá,
ganar la Copa del Rey; son méritos que le acreditan como uno de los mejores
equipos del mundo durante la temporada 2011-2012. Guardiola puede estar
orgulloso de sus jugadores.
En mi opinión el Barça pecó de ser fiel a su estilo, lo que le convirtió a veces en un equipo predecible, que se atascó en la recta final del partido de cara a portería.
ResponderEliminarFaltó esa pizca de improvisación, salirse de su guión filosófico, intentar algún chut desde la frontal y entrar más por las bandas, así llego el 1-0.
A mamarla
ResponderEliminarTu eres un bilioso y tienes que expresarlo a la enésima potencia por la humildat que os enseñan allí o que¿? vete a mamarla culerdo.
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